#Guatemala #Opinión | Kajkoj Máximo Ba Tiul 

Hace unos días discutíamos en una reunión con periodistas, sobre el “racismo” que impera en el país y cómo afecta a la inmensa mayoría de la población indígena, sobre todo joven y mujer.

La falta de oportunidades, hace que los jóvenes y mujeres, estén migrando hacia las ciudades y una inmensa cantidad hacia los Estados Unidos. En todo el país, hay comunidades que se están quedando sin jóvenes (hombres y mujeres) porque con la esperanza de encontrar un mejor futuro, huyen de este país, que ha sido secuestrado por grupos criminales, que no tienen ni la más mínima idea que aquí solo “Queremos Ser Humanos”, como lo decía el poeta Otto René Castillo.

Otros se quedan luchando, tratando de encontrarle sentido a la vida; buscando alternativas como la venta de golosinas en las áreas públicas, no decimos parques, porque desde hace algunos años, las autoridades municipales, se han dado a la tarea de sacarlos de ahí y dejar que los parques sean controlados por vendedores de drogas que pervierten a los jóvenes. Algunos, han tratado de buscarse camino en cualquier campo del arte y con el riesgo igual de ser explotados por supuestos centros de grabación y promoción, porque no tienen la capacidad económica para estudiar en el conservatorio, ni en alguna escuela de música y una mayoría los involucran en el modelo del “emprendimiento” que es la forma más fácil que han encontrado las empresas, para no pagar prestaciones laborales y limitar el derecho a la sindicalización.

Farruco Pop, es la imagen misma del racismo estructural que hay en el país. Así como él, hay muchos que viven están en las comunidades profundas, que tienen habilidades y esperanza de ya no ser “naides” y se encuentran con un escenario de violencia y de inseguridad que no les permite terminar sus sueños.

Con cuántos Farrucos, nos hemos encontrado en todo el país. Cuántos quisieran estar en una escuela, en un básico, en una universidad. Pero no tienen la posibilidad, ni la oportunidad. “Da tristeza y llora sangre, cuando uno ve que el único documento que encontraron junto a Farruco, es un recibo de Q.150.00, que le extendieron por el pago de su colegiatura”. Unos días antes, había manifestado que estaba contento porque retomaba su formación.

La muerte de Farruco, tiene su causa en un Estado que nunca ha respondido a la población joven. Un Estado y una Sociedad que ha aprendido y ha soportado vivir en el racismo. “El racismo es una de las enfermedades crónicas del país y que requiere no de discursos, sino de acciones para ser erradicado”. Y este racismo, cuando se alimenta de la violencia, es peor. Si de hecho, el racista es ya violento y cuando su mundo, su espacio es solo violencia, es mucho más indolente y mucho más salvaje.

El racista vive del odio; y odia a todo aquel que no es de su grupo, de su etnia, de su pueblo, de su clica, y en un escenario de violencia como en el que nos hemos acostumbrado durante muchos años en Guatemala, el racista se siente como pez en su pecera. Al racista, no le importa secuestrar y asesinar a quien considera que no es de su entorno y de su grupo. Goza con la muerte, se deleita, porque es su forma de vida.

Esa es la cualidad de las sociedades modernas. De las sociedades creadas por el capitalismo. En estas sociedades y en este sistema económico y político, quienes no lo comparten o quienes lo enfrentan, son asesinados y odiados, y quienes logran encontrar un espacio como lo estaba haciendo Farruco y muchos más, son perseguidos, incluso hasta denigrados y racializados.

Hoy el Estado, el gobierno, el Ministerio de Educación y la Comisión Nacional de la Juventud (CONJUVE) y no solo por la muerte de Farruco, sino por los muchos “Farrucos”, que hay en todo el país y que solo “merecen una oportunidad”, deben crear políticas serias para cuidar y proteger a nuestros jóvenes. Protegerlos de la espiral de violencia que hay en el país. La sociedad también tiene su cuota de responsabilidad, debe construirse sobre principios y valores más humanos y fortalecer en los jóvenes su ser, y no su tener.

Luchemos para que los Farrucos que quedan en nuestros pueblos, comunidades, grupos y organizaciones, ¡los apoyemos! para que tengan mejores oportunidades y apoyarlos en sus sueños y esperanzas.

 

Desde aquí, enviamos un solidario saludo a su familia y a su comunidad, y como lo dijera el gran poeta salvadoreño, Roque Dalton, en su poema “Los Jóvenes”: “Nos proponen el futuro y nosotros nos defendemos del futuro, como de un murciélago que nos azota la cara. Y aunque no queremos ser personajes patéticos, nos sentimos por las mañanas viejos y enfermos. Nuestros maestros son nuestros poetas: “Soy el hombre, nada me vencerá si rompo la vieja vida metida en una pose”.

 

Kajkoj Máximo Ba Tiul, maya Poqomchi, antropólogo, filósofo, teólogo, investigador y escritor. Centro de reflexiones Nin Poqom.