Por Humberto Vandenbulcke.
Para entender la esencia de la radio popular debemos entrar en la época de la historia, de nuestro continente, en la que nació y se desarrolló. Estábamos a mitad del siglo pasado, cuando reinaban los gobiernos dictatoriales. Gobiernos centralizados que dan vida a las élites nacionales que reúnen el poder económico y político.
El despertar de sectores sumergidos en condiciones de pobreza desemboca en movimientos enérgicos de oposición a los gobiernos militares. Recordemos los movimientos guerrilleros en la mayoría de los países latinoamericanos que apostaban por cambios estructurales radicales y la toma del poder político. Las revoluciones en Cuba y Nicaragua salen victoriosas. En otros países, las guerrillas son reprimidas o aniquiladas.
No sólo los partidos de izquierda o movimientos radicales de obreros y campesinos generan situaciones de polémica con los sectores de poder. En el continente hay una gran masa de personas, muchas vinculadas a la Iglesia Católica, que participan de procesos de toma de conciencia sobre las causas estructurales de la injusticias. La Iglesia opta por insertarse en los barrios y campos. Desde una convivencia con los pobres estimula y fortalece las dinámicas del despertar, de la educación y concientización sobre las causas de las injusticias. Alienta la organización de la gente pobre en comunidades de base, asociaciones y movimientos de jóvenes, obreros, estudiantes, campesinos y mujeres.
En esa época se expande la metodología de la educación popular impulsada por el educador Paulo Freire. El “ver, juzgar y actuar” se introduce como método para estimular la comprensión del contexto; la interacción reflexiva y creativa entre las personas como sujetos de cambio; y la proyección de acciones transformadoras de la realidad.
Es en ese contexto de resistencia, de oposición, de rebelión y de puesta en escena de las situaciones de la pobreza que van naciendo radioemisoras que inicialmente se dedican a la educación radiofónica y al mismo tiempo se se solidarizan con los movimientos de oposición y de anhelo de cambios sociales y políticos. Desde la comunicación esas radios se vinculan con los sectores marginados, para acompañarlos en su vida diaria y en sus procesos, para dar a conocer públicamente sus reclamos, denuncias, para divulgar situaciones de conflictos y de luchas. En esa época, la radio popular da la voz al pueblo, promoviendo su participación directa en los programas. La radio popular es la voz del pueblo. En esa época, la gente sintoniza con su emisora, sus programas. El receptor de radio tenía un lugar central en las casas.
En República Dominicana las experiencias de Radio Santa María, Radio Seybo, Radio ABC, Radio Enriquillo y Radio Marién cumplieron un rol muy activo en el movimiento popular dominicano. Fueron inspiradoras para muchas otras emisoras populares del continente. En esa época, la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica, ALER, cumplió un rol muy importante en la sistematización de prácticas de experiencias y métodos de radio popular, que se fueron extendiendo en prácticamente todos los países del continente.
Hacia finales de la década de los 80 el movimiento popular se había debilitado mucho. Los gobiernos supieron oprimir los movimientos de oposición vía la negación y la represión, y muchos líderes fueron rescatados por el poder y se apaciguaban cuando ocupaban algún puesto público del gobierno.
En esos años se instaló con fuerza el modelo de la economía neo liberal que tuvo consecuencias muy drásticas. El Estado se reduce, agiliza las privatizaciones, ya no es el mayor empleador y va asumiendo su rol de agente facilitador del pensamiento y modelo de producción neoliberal.
El mensaje es que la misma economía y la libre competencia será el mecanismo regulador de la vida y de las sociedades. La economía es llamada a crecer de forma permanente. El crecimiento es la clave del éxito para que el “desarrollo” y el “progreso” se derramen a toda la humanidad. Competir es la regla. Mercadear productos para estimular el apetito del consumidor. Producir más, competir a toda costa. Las personas, igual que los recursos naturales del planeta, son consideradas “recursos” de utilidad para la producción.
Entonces, en esas nuevas condiciones, el movimiento popular y la radio popular, cambian su enfoque y también su relación con el Estado. Las críticas, quejas y denuncias del pueblo contra el Estado no bastan para que las cosas cambien. En la década de los 90, los movimientos sociales se convencen de que son parte de una sociedad civil y que desde ese espacio pueden participar activamente en la toma de decisiones sobre políticas públicas. Se trata de formular propuestas y defenderlas en espacios de gobierno local, regional y nacional, ejercer la vigilancia sobre la ejecución de políticas públicas.
En esa etapa las radios populares se reubican en la sociedad, se vinculan con nuevos actores sociales, se abren a públicos más amplios, se insertan en programas de acción de la sociedad civil y crean redes para ampliar su cobertura e impacto. Nacen las redes nacionales de radios populares. ALER pone en marcha su sistema de intercomunicación satelital. Radios populares se autodefinen también como Radio Ciudadana y Radio para la Democracia. Es también el período en que nacen centenares de Radios Comunitarias en todo el continente, en su mayoría como resultado de largas luchas por el derecho a la comunicación y la redistribución de frecuencias radiales para la radio pública, la comercial y la comunitaria.
Lamentablemente, en la última década, los gobernantes del continente no estimularon la participación estructurada y sostenida de la sociedad civil en proyectos públicos. No hubo la revitalización de la democracia esperada por la alianza entre gobierno y sociedad civil. Países con gobiernos dispuestos a invertir en la lucha contra la pobreza como Brasil, Argentina Ecuador y Bolivia alcanzaron logros importantes. Sin embargo, la presión de la crisis financiera mundial con la caída de los precios del petróleo, hace que se intensifiquen las políticas neoliberales. Resurgen los proyectos de explotación petrolera, la minería a cielo abierto y la expropiación de tierras para el desarrollo de gigantescos proyectos de monocultivo. Las grandes decisiones estratégicas de un país son tomadas por poderíos económicos internacionales. La ciudadanía queda al margen como espectadores.
La crisis de las democracias no es una casualidad. Está en franco descrédito la democracia participativa y representativa. Campañas extremadamente costosas con discursos populistas poco creíbles. Gobiernos instalados con el voto popular evitan la interacción abierta con la ciudadanía por medio del debate público, la consulta, el diálogo y la participación. La creciente corrupción en gobiernos indigna a la población. Se expande la delincuencia y la violencia sin control.
Pues en este escenario de profunda crisis sistémico de las sociedades se encuentra la radio popular. En comparación con la ola de revueltas que se produjeron 50 años atrás, desarrollar hoy un proyecto de radio popular se hace aún más cuesta arriba.
Se ha producido también una concentración de los medios de comunicación en grandes corporaciones, normalmente vinculadas a consorcios económicos y financieros. Además, el desarrollo del internet y las tecnologías digitales han revolucionado los flujos y canales de comunicación. Los teléfonos inteligentes cambian los hábitos y las oportunidades de comunicar y de intercomunicar. Cada persona es receptor de toda la información del mundo pero también es transmisor de cualquier mensaje vía redes y plataformas digitales. Hoy, la radio popular, es un actor más entre muchos otros medios y canales de comunicación.
La radio popular se enfrenta con este panorama. La opción original de la radio popular sigue vigente: ser medios que dan voz a la gente en las denuncias y las propuestas, pero que también dan testimonio de prácticas auténticas inspiradas en valores y utopías.
La Radio Popular sigue optando por los pobres, manteniendo la sensibilidad y la empatía con los sectores afectados por la pobreza, la marginación, la condena a condiciones de vida infrahumanas, la humillación por ser calificados incapaces e inútiles para el aparato formal de producción, la impotencia, la desesperanza…
Contra viento y marea la Radio Popular mantiene su proyecto de comunicación con la voluntad de aportar en la construcción de sociedades que dan el valor central a las personas y su derecho a una vida digna, siendo parte de una comunidad, y en una relación respetuosa con el Planeta. La Radio Popular puede ser portadora de los buenos mensajes que encuentra en su contexto, en personas, grupos, organizaciones comunitarias y otras entidades que se preocupan por los bienes comunes de la población. Como puede ser en el campo de la educación, la salud, la producción alimentaria, los servicios básicos, la cultura, la espiritualidad, la intercomunicación.
La fugacidad de la vida de las personas, atrapadas por la cultura mercantil consumista y por el bombardeo continuo de informaciones dispersas e insignificantes, hacen perder la noción del tiempo y evita que la gente piense críticamente la situación y los acontecimientos. La exterioridad de la vida de consumo oprime la interioridad de las personas, y con ella, la posibilidad de dibujar un horizonte con sentido. La fascinación y el enredo día y noche en aparatos tecnológicos, desplazan el entorno real, familiar y social. La exaltación de lo tecnológico como principal fuente de saberes y sensaciones aparta el valor de lo presencial, del diálogo, del intercambio, de la convivencia, de la experiencia colectiva.
En esta cultura de la fugacidad, la Radio Popular tiene el desafío de ayudar a que las personas se enteren de los problemas reales, que entiendan sus causas y efectos, que aprendan a soltarse del cerco de opiniones impuestas por los grandes medios, que vuelvan a la realidad para pensar críticamente, para entender el mundo que estamos viviendo. Cada persona es llamada a ser sujeto que aporta responsablemente en pensar y actuar a favor de un mejor vivir y convivir (Buen Vivir) de todas las personas.
Noam Chomsky afirma que los medios comerciales tienen el arte de interrumpir el pensamiento alternativo por utilizar más aspectos emocionales que de reflexión, provocando un cortocircuito en el análisis racional y el sentido crítico de la gente. Para el sistema actual, es más importante mantener el público en la ignorancia y la mediocridad que promover el conocimiento crítico y veraz de la realidad. Los medios de poder quieren mantener su superioridad ante un público que no sabe y no debe saber demasiado.
Hoy el rol de la radio popular es un medio para promover maneras alternativas de pensar, de sentir, de conocer la realidad y abrir caminos para descubrir nuevos sentidos en la vida. Es una tarea difícil. Requiere un trabajo en profundidad y exige capacidad, dedicación, valentía, tiempo y disciplina. Leer y releer la realidad actual, situaciones y acontecimientos. Trabajar con un sentido de respeto al ser humano demanda un esfuerzo personal de cada comunicador y comunicadora en particular, quien debería encontrar estímulo y apoyo del proyecto radial al que aporta.
No podemos calificar una radio como “popular” simplemente porque capta mucha audiencia. La participación de la gente en los programas se desvirtúa fácilmente porque sus voces son utilizadas para hacer el espectáculo bajo el mando de un comunicador estrella. La participación en radios comerciales que fue introducida por la radio popular en su primera etapa, es ahora un producto más para el mercadeo, denigrando muchas veces al ser humano.
Las audiencias están ahora activamente en redes sociales vía Internet, demandan un modelo de participación en el que puedan sentirse tomados en cuenta, puedan tomar decisiones, puedan incidir en la temática y hacer comentarios. Ahora, el individuo puede incidir con sus ideas e ideales a través de las redes. El oyente, y en especial los jóvenes, construyen redes sociales y ponen en práctica un modelo de participación que obedezca a sus anhelos y necesidades. La radio popular será alternativa en su comunicación, no sólo por el hecho de promover la participación, sino también por la forma en que la audiencia puede enrolarse en la emisora y sus programas.
Comunicadores y comunicadoras en la radio popular valoran a las personas y facilitan el pensamiento crítico sobre la vida y la realidad. Dialogan e interactúan con las audiencias. Trabajan con un modelo en que se generan comunicaciones significativas que engrandecen a las personas.
Comunicadores y comunicadoras se forman y crecen en equipo. La experiencia de un trabajo creativo en equipo es fuente de energía, de autorrealización y de felicidad, por vivenciar un espacio donde nacen los sueños de futuro y donde se abrazan las utopías.
Las visiones del mundo y prácticas ancestrales de pueblos originarios de nuestro continente y de otras comunidades en el mundo siembran esperanza. El paradigma del Buen Vivir es una utopía que abre puertas y horizontes para muchas personas que se resisten a entrar en la cultura dominante del consumo. Es una Utopía no entendida como dogma acabado sino como insinuación de un camino a transitar, una fuerza ordenadora de la vida. Una inspiración que motiva a participar en la construcción de un futuro basado en el valor central del ser humano, de la solidaridad y colaboración en comunidad, y en la convivencia con el planeta.
En diferentes partes del mundo emergen nuevas prácticas y vivencias, que proclaman que es posible recrear el mundo en un camino alternativo al estilo de vida impuesto por el capitalismo neoliberal. Lo expresan en nuevos modos de vivir y de convivir entre las personas y con la Madre Tierra. Varias corrientes de ese pensar alternativo muestran las señales de un movimiento de prácticas solidarias que perfilan el nuevo camino hacia un mundo más integrado, con una justa distribución de las riquezas, con oportunidades de una vida digna para toda la humanidad. En ese caminar se celebra la armonía personal, la felicidad en el compartir con otros, el sentido comunitario, el trabajo solidario para el bien común, la convivencia respetuosa con la naturaleza. Vivimos ya la nueva época. Germinan y brotan ya las siembras. “Como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece” (Mc 4,26-27). Hay esperanza.
Ser Radio Popular hoy es mucho más complejo que en el tiempo de la lucha contra las dictaduras. Debe manifestarse como una voz alternativa, un modo de hacer comunicación que prioriza el valor del ser humano como sujeto de la historia. Una comunicación interactiva, dialogal, que nace en la vida y las realidades de las personas.
La radio popular debe cultivar la solidaridad, el deseo de libertad, el compromiso y la equidad, combatir las injusticias, la corrupción. Nuestra radio debe procurar que la gente tome participación en el buen camino, un camino que conduzca a una mejor sociedad, más solidaria, y que se cultiven los valores auténticos que lleven al Buen Vivir. Comunicar la Esperanza.
Santo Domingo, junio 2017.