El año de 1965 es clave para la historia de las radios comunitarias en Guatemala, aunque en esa época, todavía no se les daba ese nombre. Se les conocía como radios que dieron la voz a las comunidades, emisoras que comunicaban en los idiomas maternos y medios que permitieron que mujeres, hombres, niñas, niños y personas de la tercera edad pudieran expresar lo que sienten a través de un micrófono. Donde la Iglesia Católica jugó un papel importante al brindar espacios radiofónicos a las comunidades.
La Voz de Atitlán, La Voz de Nahualá -ahora llamada Nawal Estéreo-, Radio Mam -ahora llamada B’alam Estéreo- y la pionera: La Voz de Colomba, grupo de radios que dedicaron sus esfuerzos para incluir en su programación producciones para informar, evangelizar, entretener, pero, sobre todo, priorizar la alfabetización mediante la radio para que la población tuviera acceso a la educación.
Hacer radio y apoyar en la educación de la población, sitúo a las emisoras bajo la mira de los gobiernos que, con estrategias de violencia y control territorial, buscaron asegurar que nadie hablara o actuase, de forma distinta a lo que ordenaban las dictaduras de turno.
La represión se intensificó en los años 80, se dieron pasos concretos para ejecutar las masacres que dieron forma al genocidio, miles de personas fueron secuestradas, torturadas, desaparecidas y ejecutadas por parte de miembros del ejército. Niñas y niños fueron víctimas de las redes de adopciones irregulares. Así consta en el informe Guatemala: Memoria del silencio, realizado por la Comisión de Esclarecimiento Histórico.
Las radios que conformaron la FGER no fueron la excepción de la persecución estatal, algunas de las emisoras debieron cerrar sus puertas para proteger a las personas que eran parte de los equipos de comunicación. Otras personas tomaron la decisión de huir al exilio para proteger su vida. Algunas personas no lograron ponerse a salvo y fueron secuestradas y desaparecidas.
Con la firma de los Acuerdos de Paz el 29 de diciembre de 1996, se inició una nueva época, las radios incluyeron en sus programaciones más contenido en sus idiomas, se dedicaron a contar sobre los procesos de retorno de las comunidades que huyeron para pedir asilo político.
Las emisoras de la FGER se dedicaron a abrir espacios de radio para que la población retomara la comunicación para el buen vivir, desde sus propias narrativas. Surgieron nuevos programas, se capacitaron a mujeres y hombres jóvenes, para que sus voces, demandas y propuestas, también sean escuchadas a través de las ondas sonoras de la radio.
FGER y sus articulaciones: La Red de Comunicadoras Indígenas Jun Na’oj y la Red de Periodistas Maya K’at, son las responsables de llegar a los territorios, investigar y contrastar las informaciones que surgen sobre la vida colectiva, política y social de las comunidades. Lo que hace la diferencia es que en ambas redes hay personas que hablan sus idiomas maternos, situación que nos permite tener los hechos más apegados a la realidad.
El avance de las nuevas tecnologías permitió que las emisoras hicieran incursión en la transmisión satelital, luego se migró a la radio en línea, las redes sociales digitales y dar el paso a algo más desafiante, combinar el sonido de la radio con las imágenes: el audiovisual.
La FGER sigue en crecimiento, mantiene el acercamiento con las comunidades, como desde el inicio, participa en la formación de nuevo semilleros integrados por juventudes diversas que se han fijado el horizonte de realizar comunicación por la defensa de los Derechos Humanos. Documentan las problemáticas, denuncias y propuestas, para trasladar el mensaje en sus idiomas maternos y amplificarlos a través de la radio y los medios digitales.
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