La noche del 1 de diciembre de 1990 quedó marcada en la memoria del pueblo de Santiago Atitlán, Sololá. Cerca de las 11:30 de la noche, un grupo de pobladores se reunió en la iglesia católica del municipio. Su objetivo era claro desalojar el destacamento militar que llevaba años ubicado en el Cantón Panabaj.
Los antecedentes de violencia en el municipio, perpetrados por el Ejército durante el conflicto armado interno, alimentaban el temor de los pobladores. En su trayecto hacia el destacamento, el grupo realizó dos paradas, reflexionando sobre los riesgos de su acción y motivándose mutuamente para continuar. Al llegar al destacamento, fueron recibidos con disparos indiscriminados. Trece personas murieron y veintidós resultaron heridas.
Los Mártires de Santiago Atitlán
Desde día, cada 2 de diciembre se rinde homenaje a las trece personas que dieron su vida. El lugar de la masacre, ahora conocido como el Parque de la Paz, se ha convertido en un espacio de memoria y reflexión. Cada año, las conmemoraciones inician con una misa en honor a los mártires. En el lugar se erigieron lápidas en memoria de las víctimas, recordando sus nombres y el legado de resistencia que dejaron.
El Acuerdo Gubernativo y la Expulsión del Ejército
Las autoridades locales y los líderes comunitarios tomaron acciones para exigir la retirada definitiva del destacamento militar. Este esfuerzo culminó en la emisión del Acuerdo Gubernativo P-66/90, fechado el 6 de diciembre de 1990. En su numeral 3, se instruyó «iniciar todas aquellas acciones necesarias para el traslado del destacamento militar fuera de la jurisdicción de Santiago Atitlán».
Persistencia de la Violencia y Resistencia Tz’utujil
El Ejército ha regresado en diversas ocasiones al municipio, provocando nuevos episodios de tensión y enfrentamientos. Las autoridades comunitarias han expresado su rechazo rotundo a estos actos, reafirmando su compromiso de mantener el municipio como un espacio libre de militarización.
Este evento no fue el único episodio de violencia en el territorio tz’utujil. Una de las primeras masacres documentadas ocurrió en la aldea San Antonio Chacaya, donde 10 campesinos fueron asesinados mientras trabajaban la tierra.
La resistencia de Santiago Atitlán y la memoria de los mártires tz’utujil siguen siendo un faro de lucha por la paz y la dignidad. Estas conmemoraciones no solo honran a quienes perdieron la vida, sino que también recuerdan al Estado su responsabilidad de garantizar que hechos como estos no vuelvan a repetirse. La comunidad de Santiago Atitlán ha demostrado que, incluso frente al horror, la unidad y la determinación pueden transformar la historia.
Vía: Juana Ixbalán y Yamanik Cholotío