#Opinión | Kajkoj Máximo Ba Tiul – Centro de Reflexiones Nim Poqom.
Pedro de Alvarado es comisionado por Hernán Cortés, para conquistar e invadir Guatemala o el reino de la Nueva España, luego de haber dirigido la masacre del Templo Mayor en México. Llega a Guatemala en 1521, para iniciar toda una historia de genocidio en contra de los pueblos originarios que vivían en ese momento en Guatemala, para quedarse con las tierras y las riquezas de los pueblos. Un hombre, ambicioso, corrupto y criminal, que luego promovió las grandes masacres en el territorio Kaqchikel, K’iche, Tz’utujil, Pipil, Lenka, etc.
Alvarado y quienes llegaron después; constituyeron los españoles americanos, como se les conocía en España. Estos tuvieron hijos que nacieron en Guatemala y constituyeron la clase criolla. Los españoles americanos y los criollos, como los Aycinena, Gálvez, Molina, Bedoya, del Valle, entre otros, comenzaron un movimiento para romper relaciones con la corona española, con la intención de quedarse solos con el control del territorio y someter mucho más a los pueblos originarios.
Desde 1525 a finales de 1700, los peninsulares (los pocos españoles que aún quedaban en Guatemala) junto a sus hijos (criollos), no estaban de acuerdo con los cambios que estaba impulsando la monarquía sobre sus colonias. España estaba atravesando grandes problemas económicos, a causa de las guerras y otras situaciones y por eso no contaba con recursos para asumir los costos que conllevaba tener colonias. Se había prohibido la esclavitud de los indios y que dejaran de pagar impuestos.
A los criollos, no se les reconocía como ciudadanos españoles y más los cambios promulgados por la corona, no les hacía ningún bien. Animados por la revolución Francesa y las ideas como la libertad y la igualdad. La independencia de Estados Unidos y la Haití. Y de sentirse que quedaban desprotegidos, por parte de la Corona, entonces comenzaron a impulsar movimientos independentistas en América Latina, como el de Centroamérica, que da como resultado la independencia de 1821 y su anexión a México y posterior independencia de México en 1823.
Entre finales de 1700 hasta 1821, en todo el territorio centroamericano se dieron múltiples levantamientos de pueblos originarios y algunos criollos que estaban en contra de estos movimientos independentistas. La historia nos presenta algunos como el de Atanasio Tzul en Totonicapán, Tupac Amaru en Perú, Tupac Katari e Bolivia, quienes se opusieron a las grandes cargas tributarias y abusos de autoridades españolas en la región. Otro movimiento emblemático en Guatemala, fue la Conjura de Belén, dirigido por el sacerdote indígena Tomás Ruiz, donde se involucró Manuel Tot, líder Q’eqchi, quienes fueron ejecutados por la Capitanía General al mando de José Bustamante y Guerra, porque estaban promoviendo cambios en favor de todos los pueblos y en contra de la independencia criolla, pero fueron traicionado por algunos criollos y la iglesia.
Los criollos fundaron sus Estado y sus Republica Criolla. La misma que no ha cambiado en su estructura hasta ahora. Se desarrolla el concepto de identidad nacional, basada en la identidad criolla, la idea de la “guatemalidad”, que tanto daño nos ha hecho. Se reconoce la iglesia católica como la única religión, el único idioma era el español y la estructura de Estado, de Nación y de República, es de raigambre criolla.
Años después se comienzan a buscar elementos que le puedan darle valor a la identidad, como son los símbolos patrios (la bandera, el himno nacional, el quetzal, la ceiba, etc) son símbolos criollos, que esconden la verdadera realidad que vivimos en el país, no solo de 200 años, si de más de 500 años. Los héroes y próceres son criollos y en su mayoría hombres. Las mujeres y los indios son puestos en segundo plano.
Por qué, no debemos celebrar el bicentenario. Porque no fue la independencia de Guatemala, fue una gran mentira creada por los criollos, para desligarse de la Corona Española, para esclavizar y explotar a los pueblos indígenas y a las mujeres. Acumular riquezas para ellos y convertirse en los oligarcas y burgueses. Para eso controlaron siempre el poder ejecutivo, legislativo y judicial, además de los espacios religiosos.
No se debe celebrar, porque se consolidó la usurpación, el despojo, el robo, de nuestra tierra y territorio, de nuestra identidad. Nos convirtieron en mano de obra barata, en serviles de los ricos y burgueses. Y para robarnos más tierras, promovieron genocidio, etnocidio, epistemicidio.
Estos doscientos años, ha significado para nosotros racismo, discriminación, subdesarrollo, explotación, pobreza, mala educación, bajos niveles de salud, falta de vivienda, migración, violencia, muerte y represión.
Esta fecha debe servirnos para pensar, para reflexionar, para buscar los caminos posibles, para refundar el país, la nación y el Estado de Guatemala, en un espacio donde quepamos todos.
Este bicentenario, no es para celebrar, es para protestar, para manifestar y para unir esfuerzos, para construir la verdadera y la única independencia. Esa independencia debe nacer de las mentes, corazones y estómagos rebeldes. Este bicentenario que sirva para construir la “única y verdadera independencia”, la independencia de los de abajo.