Kajkoj Máximo Ba Tiul – Centro de Reflexiones Nim Poqom.
1821 marca el principio de la vida del Estado Criollo. Un Estado que se construye sobre los cimientos de la discriminación, el racismo, la desigualdad, la pobreza, la extrema pobreza. Un Estado que profundiza el latifundio y el minifundio. Un Estado que se fortaleció de la corrupción y la impunidad. Un Estado que siempre fue instrumento de las oligarquías y de las burguesías, que acumularon riqueza a costa del sufrimiento y el permanente desconocimiento de los pueblos originarios, como se lo habían propuesto los denominados “próceres de la independencia criolla”.
No fue casual que hayan corrido para hacer la independencia, incluso declarando que lo hacían antes que los pueblos la hiciera. Porqué, porque sus objetivos no eran desarrollar un territorio para todos, sino solo para ellos. Separarse de España, para iniciar su plan de corrupción e impunidad, incluso persiguiendo y asesinando a valiosos dirigentes que se estaban oponiendo a su salvaje pretensión.
Claro, les urgía hacerlo, porque en todos los territorios indígenas, habían movimientos comunitarios, que se estaban oponiendo a la ambición de los padres y abuelos, de quienes hasta ahora nos tienen subyugados, tratando de defender su institucionalidad y su constitucionalidad, que no es más que un modelo de sometimiento y salvajismo.
Atanasio Tzul, Manuel Tot, Micaela Guarchaj, Manuela Sapón, por poner algunos nombres, de quienes no compartían las ideas del criollismo, porque se habían apoderado de nuestras tierras y obligando a la gente a pagar tributos. Adueñándose de nuestra tierra y territorio, de nuestros cuerpos y de nuestras mentes, situación que hasta ahora nos impide construirnos como un movimiento que les arrebate el control de sus Estado y encaminarnos a construir el nuestro.
Hoy, después de 196 años de este Estado criollo, sigue en crisis. Un Estado moribundo, pero que ahora los actuales criollos, aglutinados en el CACIF, se niegan a enterrar y para ellos llaman a un diálogo, que solo servirá para fortalecerlo como sucedió en el 2015, cuando todos salimos a decir que basta de corrupción e impunidad en el país. Llaman a mantener la institucionalidad y constitucionalidad, haciendo referencia a su moribunda constitución. Una constitución que ya está limitada, para responder a las demandas genuinas de los pueblos.
En el 2015, nuestra consigna fue, ya no más una Guatemala sin los pueblos, y los criollos siguieron construyéndola sin nosotros. Se restableció el conservadurismo en nuestro país y nos enredaron en sus propuestas de reforma a la constitución y a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, mientras ellos comenzaban a tejer fino su nueva forma de corrupción, amparados en la “antipolitica”. Más de 150 están presos por corrupción, casi todo el gabinete del Partido Patriota, incluyendo a quien fue presidente y vicepresidente, pero allí no más. Los grandes corruptos del país, siguen haciendo de las suyas, incluso pidiendo que se incluya en la categoría de crimen organizado a las organizaciones sociales, que acompañan a los pueblos en su lucha por la autonomía y libre determinación.
Los pueblos originarios, no debemos de perdernos en esta crisis, porque no es nuestra; es de ellos. Nuestro compromiso es con nuestras futuras generaciones, con nuestro pueblo. Por eso, la apuesta debe ser un gran movimiento social, no para quedarnos en la discusión de la corrupción y la impunidad, sino para ver si avanzamos hacia nuestra total liberación, que pasa por destruir este moribundo Estado, pasando por la moribunda Constitución, y construir un Estado Plurinacional que sea incluyente, igualitaria, complementaria y originaria.
La pregunta, podremos entonces construir el movimiento que exige la situación política del país o volveremos a quedarnos sentados mirando desde la colina, como, se reconstruye el conservadurismo criollo-burgués-narco-militar en nuestros país. El momento actual, exige dejar por un lado nuestra división personal o grupal, hoy es el camino para avanzar hacia nuestra definitiva independencia. Hoy es el momento en que los pueblos serán la vanguardia de su propia liberación.