#Opinión | Kajkok Máximo Ba Tiul – Centro de Reflexiones Nim Poqom.
Si nuestros abuelos y abuelas se dieran cuenta de lo que estamos haciendo, nos volverían a decir: “¡vos patojo o patoja que estás haciendo!”. La historia nos cuenta que nuestros abuelos y abuelas, cuando alguien se equivoca o cuando alguien comienza a hacer cosas, contrario a las enseñanzas y consejos, inmediatamente convocaban a consejo, tomaban decisiones y corregían el rumbo.
A 500 años de la llegada de Pedro de Alvarado a Iximulew, a Paxil Kayalá, a Iximche’, a Gumarkaaj². Cuando comenzó a caer la oscuridad sobre nuestro pueblo. Cuanto comenzó a correr sangre, a causa de la ambición del colonizador. Cuando nuestros pueblos comenzaron a transformarse y algunos comenzaron también a asumir las formas del “poder” del colonizador. Hoy como que volvemos a experimentar lo mismo que vivieron los abuelos y las abuelas, unos resistiendo y tratando de recuperar sus tierras y otros asumiendo las migajas de la democracia burguesa.
Estamos lejos de la “descolonización”. Hablamos de espiritualidad, cosmovisión (concepto equivocado), idiomas, de “buen vivir”, organización comunitaria, autonomía, de derechos de pueblos originarios, de mayas, de mujeres mayas y más, pero parece que caemos en la “peligrosa tentación” de pretender cambiar las condiciones de vida de nuestros pueblos, asumiendo las migajas del “poder o del gobierno blanco”.
Como dice un amigo Q’eqchi’, “¿por qué, después de ser el q’atol tzij/nan tat (gobernante/mamá papá) de tu pueblo maya ahora quieren ser gobernador del sistema kaxlan, ya no para ser orientado por un consejo de ancianas/ancianos sino para recibir órdenes de un gobernante kaxlan? Pareciera que no tenemos la claridad de que significa ser “autoridad maya”. No se comprende la dimensión que conlleva ser autoridad maya. O como si se quisiera ser autoridad maya, “obedeciendo al poder kaxlan” y dando órdenes como caporales del “sistema kaxlan”.
Después de 106 días de movilización, “cuando dijimos, que no estábamos ahí por conseguir puestos, sino para detener a las hordas criminales guatemaltecas”, ahora pareciera que tenemos que volver a tejer fino, para rescatar esa dignidad que habíamos logrado. Y me parece el mejor camino, porque el pueblo sigue manteniendo su dignidad. Y es lo que nos ha mantiene cohesionados y en rebeldía, para defender nuestra tierra y territorio.
Cuando vemos a algunos que se hacen llamar “autoridad, lideres, lideresa, guía espiritual indígena”, compitiendo para el puesto de gobernador/a, nos pone a pensar “será que su autoridad es más pequeña en comparación a un gobernador, diputado, presidente, alcalde”. ¿Por qué no seguir con el proceso de liberación de los pueblos desde el espacio que ya se ha ganado y poniéndole condiciones al poder blanco? ¿Era necesario competir como gobernador del poder kaxlan, para darle credibilidad a las demandas y derechos de nuestras comunidades?
Hace muchos años escribí un articulo sobre el poder blanco y planteaba, que el poder es ficticio, no se le puede definir con claridad, es evasivo, pero también nos desvía. Nos embriaga, nos emborracha, nos empacha, nos distrae y pisoteamos las esperanzas de los pueblos y le cortamos el futuro. Claro, porque el poder nos convence, nos dice que por ahí está el camino, nos susurra al oído. Y no nos damos cuenta, que truncamos el proceso de liberación de nuestros pueblos.
Esta historia de sinsabores y desamores, nos dicen que estamos lejos de un proceso de “descolonización”. Nuestras mentes, nuestros corazones, nuestros estómagos, siguen sufriendo el peso de la descolonización. “Ya no queremos seguir tomando nuestros rax uq’un o tz’alaj matz’ (agua de masa)”. Demandamos territorios autónomos, pero con el “capitalismo en la mano”. Demandamos descolonización y con nuestro estómago lleno de “pollo campero”.
La sociedad humana se mueve entre dos fuerzas que se oponen: “por un lado las ideas y creencias y por el otro, la necesidad práctica e interesada”. El poder o las ansías del poder, hace olvidar al individuo las promesas, los consejos, las ideas, los principios y los valores, peor aún si se participa dentro un modelo desconocido, pensando que ahí encontrará lo que ha querido para la colectividad”, pero en realidad, lo que buscan es su propia satisfacción personal y rápidamente se olvida de los demás. Aunque el discurso sea, que “mi comunidad o las comunidades confiaron en mí y por eso vine a dejar mi expediente”.
No es cierto, que, asumiendo puestos del poder colonizador, se cambien las cosas. O como le decía a alguien: “que no por ser indígena, mujer o joven, va a promover mejores condiciones de vida para su grupo, pueblo, etc”. Se ha comprobado, que quienes asumen el poder kaxlan, se van. “El poder kaxlan”, persuade y sabe entrar en las mentes, de quienes “ansían tener poder”. ¿Por qué lo hace? Porque quiere cómplices que le genere confianza para gobernar y para imponer.
Lamentablemente, quienes asumen esta forma de poder, no se han puesto a pensar, que, en vez de fortalecer su relación con sus pueblos, su colectividad, su comunidad, su grupo. Pueden generar desconfianza; “ink’a’ nake’paab’aak sa’ xtenamiteb” (ya no les creen en sus pueblos), dicen los Q’eqchi’.
La descolonización sigue siendo un reto. No se construye con discurso. No se logra solo con hablar de principios y valores. Tampoco solo hablando el idioma. Ni participando en foros o en conferencias de prensa. La descolonización es un quehacer diario y hay que resistir ante los coqueteos del poder blanco. Sino lo hacemos, seremos “ixk’ot li so’sol” (cagada de zopilote)l.