#Opinión
Declaración del Administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, Achim Steiner (pronunciación: Akim Stainer) con ocasión del Día Mundial de la Lucha contra el SIDA
Guatemala diciembre de 2017- A pesar de que el SIDA sigue siendo un desafío mundial de salud y de desarrollo, hay una razón para sentirnos alentados este Día Mundial de la Lucha contra el SIDA. Para junio de 2017, 20.9 millones de personas, que equivalen a 57% de los 36.7 millones de personas que viven con VIH, tuvieron acceso a tratamiento antirretrovírico que salva vidas. Si bien es un motivo de celebración, este año, el tema del Día Mundial de la Lucha contra el SIDA “Mi salud, mi derecho” destaca que 15.8 millones de personas aún no tienen acceso a tratamiento.
Desafortunadamente, las profundas desigualdades persisten en lo que se refiere al acceso a la atención de salud. Solo es posible poner fin a la epidemia del SIDA como una amenaza para la salud pública si garantizamos la disponibilidad de servicios básicos de calidad que sean asequibles y accesibles a todos. Todas las personas tienen el derecho de tomar decisiones informadas sobre su salud, ser tratadas con dignidad, respeto y sin discriminación, y acceder a los servicios necesarios para disfrutar del más alto nivel posible de salud.
La Comisión Mundial sobre el VIH y la Legislación, convocada por el PNUD en nombre del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA), planteó un caso convincente sobre el rol de la ley y de los derechos humanos en la promoción del derecho a la salud en el contexto del VIH. El informe de la Comisión destacó la importancia de abordar un contexto más amplio de la vulnerabilidad y de las desigualdades, subrayando así la importancia de la solidaridad, la igualdad ante la ley, la protección de la ley, el acceso a la justicia y la lucha contra el estigma y la discriminación como elementos fundamentales para una respuesta efectiva al VIH.
La Agenda 2030 se basa específicamente en la dignidad humana, la inclusión y la solidaridad. La promesa de que nadie se quede atrás alude de manera directa a las diversas lecciones aprendidas sobre el VIH, y es un compromiso de los países abordar las desigualdades y la marginalización que impiden a las personas alcanzar su máximo potencial. Si no se da cumplimiento al derecho a la salud será difícil el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Solo reconociendo la urgencia de la situación y redoblando los esfuerzos para garantizar la dignidad humana, la salud y la inclusión que vimos en la fase inicial de la epidemia del VIH, podremos alcanzar el objetivo de poner fin al SIDA como una amenaza para la salud pública y cumplir la promesa de la Agenda 2030.