Declaración de la Tercera Jornada Mundial de Oración

y Reflexión contra la Trata de Personas 

“Aliento a cuantos están comprometidos a ayudar a hombres,
mujeres y niños esclavizados, explotados y abusados como instrumentos de trabajo o placer, y a menudo torturados y mutilados. Deseo que cuantos tienen responsabilidades de gobierno tomen decisiones para remover las causas de esta vergonzosa plaga, plaga indigna de una sociedad civil. Que cada uno de nosotros se sienta comprometido a ser portavoz de estos hermanos y hermanas nuestros, humillados en su dignidad” Papa Francisco.

Este día, 8 de febrero, día de Santa Josefina Bakita, la Iglesia Católica celebra a nivel mundial, la Tercera jornada  de oración y reflexión contra la Trata de personas.

La primera edición de esta Jornada, se celebró el 8 de febrero de 2015, por voluntad del Papa Francisco, con el apoyo de la Unión Internacional de Superioras y de Superiores Generales (UISG/USG) y otras organizaciones de la Iglesia Católica.  A partir este año, todos los años, de forma oficial, en la misma fecha, se celebra esta jornada, coordinada por Talitha Kum, que es la Red mundial de la Vida Consagrada,  comprometida en el combate contra la Trata de Personas. La RED de la Vida Consagrada de Centroamérica, RED RAMÁ, también nos sumamos a esta jornada junto con otras organizaciones de la Iglesia.

De forma especial,  este año la Jornada pone en evidencia el dolor y la esperanza de los niños, niñas y adolescentes sometidos a la trata. Por eso el Tema: “¡Son niños!. No esclavos”.

Según las últimas estadísticas de Naciones Unidas, un tercio de las víctimas de la trata son niños. El número de personas menores de 8 años que sufren la trata va cada vez en aumento en todo el mundo. Niños y adolescentes sufren explotación sexual, servicio doméstico forzado, matrimonio forzado, adopciones ilegales, trabajos forzados, extracción y venta  de órganos, mendicidad forzada, niños, niñas y adolescentes soldados,  reclutados por el crimen organizado o para la delincuencia común.

En el mundo hay 168 millones de niños, niñas y adolescentes que trabajan. Más de la mitad, 85 millones, lo hacen en trabajos peligrosos. (ILO).  Hay 13 millones de niños que trabajan en América Latina y Caribe. Cada año, 22 mil niños mueren en accidentes laborales. En el mundo hay 2 millones de niños explotados en la prostitución por el mercado global del comercio sexual. (UNICEF). Cada año otros tantos millones de niños en todo el mundo sufren la explotación sexual en la prostitución o pornografía, la mayoría de ellos engañados y forzados a esta situación con falsas promesas y apenas conocimiento de los riesgos. (UNICEF) Casi 1 de cada 10 chicas con menos de 20 años, en un momento de su vida, se ha visto obligada a tener relaciones sexuales contra su voluntad.

La Trata de personas es un delito de lesa humanidad ya que atenta contra la dignidad de la persona y los derechos humanos. Este flagelo nos genera, como Iglesia Católica una profunda preocupación, principalmente cuando las víctimas son niños, niñas y adolescentes.

El combate a este delito es un gran reto, porque es el síntoma de relaciones distorsionadas y destructivas con nosotros mismos, con la creación y con la sociedad. Es una expresión de la cultura del orgullo, de la autosuficiencia, la codicia, el descarte y desecho de los excluidos. Cuando las personas no respetan su propia humanidad, su cuerpo y su potencial espiritual, se ven a sí mismas, y como consecuencia a los demás, como meros instrumentos u objetos para alcanzar un determinado objetivo, especialmente el dinero, beneficio, influencia o poder.

En el marco de esta Tercera Jornada Mundial de Oración y reflexión contra la trata de personas nos dejamos iluminar por la Palabra de Dios que señala: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mi, acoge al que me ha enviado” (Mc 9,37). “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. (Mt. 25, 40). Asimismo el Papa Francisco nos invita a una toma de responsabilidad común y a una más firme voluntad política para lograr vencer en este flagelo.  Responsabilidad hacia quienes cayeron víctimas de la Trata, para tutelar sus derechos, para asegurar su incolumidad y la de sus familiares, para impedir que los corruptos y criminales se sustraigan a la justicia y tengan la última palabra sobre las personas.  Una adecuada intervención legislativa en los países de origen, en los países de tránsito y en los países de llegada,  puede reducir el problema.

Terminamos con el mensaje del Papa Francisco en la primera jornada celebrado eo 8 de diciembre del 2015: “Aliento a cuantos están comprometidos a ayudar a hombres, mujeres y niños esclavizados, explotados y abusados como instrumentos de trabajo o placer, y a menudo torturados y mutilados. Deseo que cuantos tienen responsabilidades de gobierno tomen decisiones para remover las causas de esta vergonzosa plaga, plaga indigna de una sociedad civil. Que cada uno de nosotros se sienta comprometido a ser portavoz de estos hermanos y hermanas nuestros, humillados en su dignidad”.

Las organizaciones que firmamos esta Declaración somos conscientes de las dificultades que hay en nuestra sociedad para enfrentar y combatir este delito, pero eso no puede dejarnos paralizados; al contrario,  debe incentivarnos a ser más activos tanto en acciones preventivas en particular hacia niñas, niños y adolescentes, los más vulnerables, así como en la atención a las víctimas, algo cuya responsabilidad fundamental la tiene el Estado.

San Salvador, 08 de febrero 2017